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Chernobyl: verdades del pasado, decisiones de futuro

Chernobyl nos enseña el precio de ignorar la verdad”. Frase que Craig Mazin, director de la serie, repite en cada una de las entrevistas que concede. La reciente serie de HBO, alabada por la crítica y el público general, es uno de los pocos contenidos mediáticos sobre el accidente que también ha conseguido, en buena medida, convencer a expertos del sector nuclear. La serie tiene errores técnicos y se concede ciertas licencias dramáticas en el orden y la magnitud de los acontecimientos – los más interesados, podéis encontrar múltiples artículos al respecto con una simple búsqueda en internet – pero su dura crítica al secretismo y la corrupción política, así como su obsesión por replicar la realidad del accidente lo compensa con creces.

Chernobyl nos enseña el precio de ignorar la verdad, pero también las consecuencias de ocultarla. En plena Guerra Fría, la Unión Soviética no se podía permitir transmitir signos de debilidad. Un accidente en la industria nuclear, uno de sus grandes símbolos, se percibiría como un duro golpe a su modelo de sociedad. Su afán por ocultar el accidente al exterior provocó que tampoco se comunicase a su población. Los ciudadanos de Prypiat tardaron cerca de 40 horas en ser evacuados. Hoy en día sabemos que buena parte de las consecuencias sobre la población podrían haberse evitado con una correcta gestión del accidente. Pero no, el prestigio de la URSS era más importante que su población.

La ciudad de Pripyat actualmente

Chernobyl nos enseña, en un revelador último episodio, la tensión, la irresponsabilidad y las imprudencias de los operadores de la central en los momentos previos del accidente. Hace unos días, una conocida me decía “me ha impactado muchísimo que los operadores de Chernobyl fueran tan jóvenes, tenían casi nuestra edad, ¿no te sientes identificado con ellos?”. Mi respuesta fue un contundente no. Todavía recuerdo la primera vez que, poco después de haber aprendido los principios de funcionamiento de un reactor, me explicaron en clase las razones del accidente, y no me lo podía creer. Para que se hagan una idea, hay una frase de Valery Legásov, protagonista de la serie, en el último capítulo que dice: “el sistema de protección fue desactivado”. Ocupa solo dos segundos de las más de cinco horas de contenido televisivo, pero esa simple acción ni siquiera se puede realizar en nuestros reactores. Por lo tanto, no, no entiendo a los operadores de Chernobyl, y no creo que pueda hacerlo, hemos crecido en sociedades muy diferentes.

La serie de Chernobyl nos enseña las cuestiones más relevantes del desarrollo del accidente y de su posterior gestión, pero se queda corta en su intento de explicar el particular diseño del reactor RBMK, diseño de los cuatro reactores nucleares de Chernobyl. En el último episodio, se dice que el diseño atiende a razones de coste, pero no solo se debe a eso. Uno de los momentos más relevantes de nuestra historia como especie es la Guerra Fría, fría porque el conflicto nunca se llegó a desencadenar, y menos mal, porque nos habría condenado a un mundo muy diferente al que conocemos. En la carrera armamentística, la obtención de material fisible (plutonio) para acumular un arsenal nuclear que igualara al del contrincante, era una cuestión de Estado. Los reactores nucleares civiles, como los que operan en la actualidad en España, no sirven para producir plutonio con la eficiencia que permitía el RBMK. Esa es la verdadera razón de la existencia de reactores como el de Chernobyl, era un reactor de uso dual, la producción de electricidad no era su prioridad. Es por eso que utilizar Chernobyl como argumento en contra del uso de las centrales actuales está fuera de todo lugar.

La central de Vladímir Ilich Lenin​ (Chernobyl)

¿Pero saben qué es lo mejor de la serie sobre Chernobyl? La oportunidad que nos está dando para enseñar, para desmitificar la energía nuclear, oportunidad que voy a aprovechar para transmitir una única realidad, la única idea que me gustaría que todo el que haya llegado hasta aquí recuerde. La energía nuclear es la principal fuente de producción de energía libre de emisiones del mercado eléctrico español. De nuevo recurro a una frase de Dyatlov, “(el control de la energía nuclear) es una danza invisible que abastece ciudades enteras sin humo ni llamas, y en condiciones normales, es realmente bella”. Como en la Guerra Fría, nos enfrentamos a decisiones cruciales para el futuro de nuestro planeta, debemos elegir qué tecnología va a acompañar a las energías renovables en la transición energética. O quemamos combustibles fósiles – el fuego, que controlamos hace cientos de miles de años – emitiendo CO2, o fisionamos los núcleos de la materia, un proceso más complejo y libre de emisiones, pero con sus riesgos asociados. Porque sí, la tecnología nuclear tiene sus riesgos, como el resto de las industrias, y es fundamental que los aceptemos y los comuniquemos. Solo una sociedad democráticamente informada puede decidir qué riesgos son aceptables, y cuáles no. Por eso celebramos la existencia de la serie sobre Chernobyl, y cualquier otro intento de comunicarlos. Por eso, desde Jóvenes Nucleares, divulgamos ciencia y tecnología nuclear. Sólo con información, podremos tomar las decisiones correctas, y, sin información, no hay democracia.

Carlos Vázquez
Universidad Politécnica de Madrid
23 de julio de 2019